Suspiras por el príncipe perdido.
Triste señora, que caen sobre ti
las peores palabras que se puedan decir.
-No quiero. No quiero – murmuras
Mientras tu mente
escapa de su lengua de trapo
Tienes los ojos húmedos.
Lágrimas de plata.
Ya no crees en ese Dios que se olvidó de ti.
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